Ya vienen los Reyes Magos
caminito de Belén.
Traen sin duda regalos
a los que se portan bien.
Y es que hoy ya «son los Reyes».
Esta noche pasarán
como siempre lo hacen, siempre,
al final de Navidad.
Yo llevo ya varios días
nervioso a todas las horas
y no oculto mi alegría
por lo que pronto me aborda:
Que los tres Magos de Oriente,
Melchor… Gaspar… Baltasar…
me traerán los presentes
y es que ya no aguanto más.
A ponerles mis zapatos
justo bajo la ventana
para que sepan, acaso,
donde dejar los Monarcas
mis regalos deseados.
Un turrón y un anisete
para los tres Reyes Magos,
como les dejo yo siempre
que deben llegar cansados;
y a los camellos, la leche,
(y a veces un mantecado)
que la pongo bien caliente
y servida en un buen plato.
Todo muy bien recogido,
con el salón ordenado,
que no les falte un buen sitio
a cualquiera de los Magos
para los regalos míos.
Y la ventana entreabierta
para que puedan entrar
porque lo que son las rejas,
aunque no sé como lo harán,
nunca les crean problemas
ni les impiden entrar.
Me acostaré muy temprano
no sea que ellos me pillen
y no me dejen regalos
por llegar a descubrirles…
…Me levanto muy temprano
cuando casi aún es noche
para ver si mis regalos
me han traído los tres Magos
con tanto esfuerzo los pobres.
Y allí, bajo la ventana,
donde dejé mis zapatos,
entre globos y en sus cajas
están todos mis regalos
como escribí yo en mi carta.
Que ilusión abrirlos todos,
que locura de papeles,
sin poder abrir los ojos
por la luz, que ya amanece;
los contemplo con asombro
y sin saber contenerme
la emoción, yo casi lloro
por lo que me traen los Reyes.
Quizá lo que aquí relato
no sea real del todo
para adultos muy sensatos
que ya no son unos mozos
pero sólo al recordarlo
me emociono de tal modo
que pasa de ser pasado
a ser presente, de pronto.
Y es que los que somos padres
tenemos la gran ventaja
de vivir las Navidades
como en las eras pasadas,
vividas como los niños,
con ilusión infinita,
por los ojos de los hijos
a los que dimos la vida
y que desde entonces mismo
dan sentido a nuestras vidas.
Y es que los ojos de un niño
una mañana de Reyes
hacen que pase al olvido
cualquier disgusto presente:
Esa expresión de sorpresa,
de alegría contenida
que, de repente, se expresa
en una nerviosa risa;
esa mirada sincera
que dice cosas sentidas
porque no sabe, de veras,
decir con ella mentiras;
esas dos manos inquietas
que se mueven pequeñitas
pero de forma certera
y con inmensa alegría;
esas palabras tan llenas
aunque pocas cosas digan
«Mira Mamá, mira ésta…
Y mira aquí, Papá, mira»;
Ése es mi mejor regalo,
aunque suene a cosa dicha
por muchos en el pasado,
y es ver como mis dos niñas
disfrutan los Reyes Magos.
7 enero 2010 a 3:24
Ya vienen los Reyes Magos
caminito de Belén.
Traen sin duda regalos
a los que se portan bien.
Y es que hoy ya «son los Reyes».
Esta noche pasarán
como siempre lo hacen, siempre,
al final de Navidad.
Yo llevo ya varios días
nervioso a todas las horas
y no oculto mi alegría
por lo que pronto me aborda:
Que los tres Magos de Oriente,
Melchor… Gaspar… Baltasar…
me traerán los presentes
y es que ya no aguanto más.
A ponerles mis zapatos
justo bajo la ventana
para que sepan, acaso,
donde dejar los Monarcas
mis regalos deseados.
Un turrón y un anisete
para los tres Reyes Magos,
como les dejo yo siempre
que deben llegar cansados;
y a los camellos, la leche,
(y a veces un mantecado)
que la pongo bien caliente
y servida en un buen plato.
Todo muy bien recogido,
con el salón ordenado,
que no les falte un buen sitio
a cualquiera de los Magos
para los regalos míos.
Y la ventana entreabierta
para que puedan entrar
porque lo que son las rejas,
aunque no sé como lo harán,
nunca les crean problemas
ni les impiden entrar.
Me acostaré muy temprano
no sea que ellos me pillen
y no me dejen regalos
por llegar a descubrirles…
…Me levanto muy temprano
cuando casi aún es noche
para ver si mis regalos
me han traído los tres Magos
con tanto esfuerzo los pobres.
Y allí, bajo la ventana,
donde dejé mis zapatos,
entre globos y en sus cajas
están todos mis regalos
como escribí yo en mi carta.
Que ilusión abrirlos todos,
que locura de papeles,
sin poder abrir los ojos
por la luz, que ya amanece;
los contemplo con asombro
y sin saber contenerme
la emoción, yo casi lloro
por lo que me traen los Reyes.
Quizá lo que aquí relato
no sea real del todo
para adultos muy sensatos
que ya no son unos mozos
pero sólo al recordarlo
me emociono de tal modo
que pasa de ser pasado
a ser presente, de pronto.
Y es que los que somos padres
tenemos la gran ventaja
de vivir las Navidades
como en las eras pasadas,
vividas como los niños,
con ilusión infinita,
por los ojos de los hijos
a los que dimos la vida
y que desde entonces mismo
dan sentido a nuestras vidas.
Y es que los ojos de un niño
una mañana de Reyes
hacen que pase al olvido
cualquier disgusto presente:
Esa expresión de sorpresa,
de alegría contenida
que, de repente, se expresa
en una nerviosa risa;
esa mirada sincera
que dice cosas sentidas
porque no sabe, de veras,
decir con ella mentiras;
esas dos manos inquietas
que se mueven pequeñitas
pero de forma certera
y con inmensa alegría;
esas palabras tan llenas
aunque pocas cosas digan
«Mira Mamá, mira ésta…
Y mira aquí, Papá, mira»;
Ése es mi mejor regalo,
aunque suene a cosa dicha
por muchos en el pasado,
y es ver como mis dos niñas
disfrutan los Reyes Magos.